sábado, 24 de diciembre de 2011

Las Cencerradas de Navidad

FELICITACIÓN DE NAVIDAD
 
Las cencerradas de Navidad
El estrépito de los vecinos señala el camino de llegada a los Reyes Magos
Cuando no existía luz eléctrica, las noches cercanas al solsticio de invierno eran largas y profundas. De cualquier sombra emergía una bruja, el menor chasquido delataba el paso de un espíritu maligno. Contra ese desasosiego, nuestros antepasados organizaban rituales para pasar las noches juntos ahuyentando los miedos mediante fuegos y hogueras (como aún se hacen en algunas noches del mes de diciembre en La Rioja alavesa, por ejemplo), o con grandes ruidos de cencerro.
 
Me contaba Doroteo Lizarrondo, del pueblo de Garisoain en el valle navarro de Guesálaz, que en su infancia (en los años 1920), la víspera de Reyes después de cenar los chicos del pueblo salían con cencerros, campanillas y zumbas metiendo bulla por las calles. Les decían que cuanto más ruido hicieran, más lejos se marcharían las brujas. La versión piadosa del rito indicaba que el ruido y las antorchas de fuego mostraban el camino a los Reyes Magos, sobre todo en noches de niebla. Lo mismo hacían los niños de la vecina Lezaun y los de muchos otros pueblos de Navarra, de Araba y también de Burgos en distintas fechas del ciclo de Navidad.
 
En la propia Pamplona, las cencerradas eran parte de las tradiciones locales hasta que en 1765 fueron prohibidas por la autoridad. Se intentaron recuperar en 1985 pero la cosa no cuajó, como sí lo ha hecho en Leitza. A la medianoche del 4 de enero (cero horas del día 5), niños y mayores se juntan en la plaza con cencerros, cazos, campanillas y todo lo que haga ruido y recorren calles y barrios armando una barahúnda del carajo. A los niños de Leitza se les dice que hagan todo el ruido posible para que los Reyes Magos se acerquen al pueblo. A mediodía del 5 de enero vuelven a salir algunos chavales con el mismo propósito y ya por la tarde se celebra la cabalgata con pajes, antorchas, música y cantos.
 
También en Lumbier, a 38 km de Pamplona, el día 5 de enero salen los niños por las calles 'dando la lata' con pucheros y trastos viejos (a las 11 de la mañana) y al atardecer (hacia las 7.30) lo hacen los mayores llevando «cosas que suenen» de talla XXXL: allí comprobaremos el estrépito que puede llegar a provocarse con bidones, balconadas, verjas, cacharros... ¡Año hubo en que un grupo sacó la carrocería de un coche! Ese día todo el pueblo está pendiente de la última ocurrencia de los jóvenes. En este caso, la fiesta se inclina más a la gamberrada festiva que al encanto propio de la noche víspera de Reyes.
Fuente: Diario Vasco
 

Calderos 2008



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