miércoles, 20 de abril de 2016

Día de la Tostada 2016


Aceite y pan llevan la fiesta a la plaza de Lumbier
El GRUPO DE OLIVAREROS REPARTIÓ MÁS DE MIL TOSTADAS EN UNA MAÑANA COMPLETA EN LA QUE PARTICIPARON CIENTOS DE VECINOS

Untando el pan con aceite y ajo en la concurrida plaza de Santa María.
Untando el pan con aceite y ajo en la concurrida plaza de Santa María. (MARIAN ZOZAYA)

El aceite y las tostadas volvieron ayer a la plaza de Santa María, en la trasera de la iglesia de Lumbier, elegida por el grupo local de olivareros para celebrar el Día de la Tostada que ayer cumplió su tercera edición consecutiva en la que se puso de relieve la gran aceptación popular de la fiesta señalada en el calendario primaveral de la localidad.

Fueron los madrugadores txistus del colectivo Bizarzuri (Aoiz y Ezcároz) junto al joven grupo de Lumbier los encargados de anunciarla por las calles de la localidad al son de la Alborada de Segura, para desembocar en la pequeña plaza a la que este colectivo da protagonismo una vez al año, si el tiempo no lo impide, como en la edición anterior que hubo que refugiarse de la lluvia en las arcadas del ayuntamiento.

“Desde el primer momento pensamos en esta plaza, infrautilizada y céntrica, para montar la fiesta que preparamos sin grandes esfuerzos, y sin otra pretensión que disfrutar y hacer disfrutar a la gente, explicaba Pedro Ustárroz, del grupo organizador.

Contagian ilusión y se esmeran cada año por dar un poco más. Así recaban colaboraciones vecinales que hacen la fiesta más redonda. La de ayer contó con pregoneros que dieron la bienvenida y aportaron también de su cosecha: Blanca Eslava, (poema Del olivo al aceite, José Ramón Larrea El pan, y Antonio Echeverría, que recitó a Gala, con su El aula del olivo.

Es tal su dedicación, que el III Día de la Tostada llegó con exposición incluida: una pequeña muestra etnográfica en el primer horno de pan de Casa Ustárroz, abierto unas horas después de cien años.

En el espacio rescatado para la ocasión, Pedro Ustárroz y Santi Eleta mostraban su satisfacción mientras se repartían entre cientos de vecinos los 70 kilos de pan, (de Lumbier, Artieda y Aibar), que dieron lugar a más de mil tostadas bañadas en aceite de su propiedad y ajos del término de la Piedra (sobre la Foz de Lumbier). “Procede de olivos tanto centenarios como de nueva plantación, de la cosecha de este año que ha venido adelantada, y de mucha calidad”, comentaban.

Es el trujal Mendía de Arróniz al que pertenecen, (son 30 los socios de Lumbier), el que marca el momento óptimo de coger la oliva. “El precio es más caro, pero la calidad es mayor”. Argumentaban en su favor, que Lumbier es zona límite de cultivo hacia el norte, con oliva más afrutada y menos ácida. También la modernización de la maquinaria que mejora la elaboración y permite entregar la oliva pura, “con la hoja, tal y como la cogemos”, decían.

Movidos por la afición y la tradición, expresan satisfacción porque se están recuperando olivos abandonados que en el caso de Eleta, los ha hecho nuevamente productivos. “Se han recuperado cerca del centenar, y se están plantando incluso en terrenos comunales”, declaraban.

Seguía la degustación amenizada por los gaiteros locales, a los que tomó el relevo la txaranga en el último tramo de la mañana.

Cerca de las tres de la tarde, la plaza de Santa María recuperaba su tranquila imagen habitual. Los olivareros habían comenzado ilusionados con buen almuerzo y se retiraron para comer, de nuevo juntos, en piña masculina de diferentes edades. “Este año ha venido más gente”, reconocían. La fiesta se va consolidando, y eso les basta. “Este año no hemos pedido prácticamente ni pan ni vino, y aún así, nos ha llegado”, comentaban complacidos los olivareros de Lumbier: unos pocos que proporcionan un buen día a muchos.








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