Aceite
y pan llevan la fiesta a la plaza de Lumbier
El GRUPO DE OLIVAREROS REPARTIÓ MÁS DE MIL TOSTADAS EN UNA MAÑANA COMPLETA EN LA
QUE PARTICIPARON CIENTOS DE VECINOS
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Untando
el pan con aceite y ajo en la concurrida plaza de Santa María. (MARIAN ZOZAYA)
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El
aceite y las tostadas volvieron ayer a la plaza de Santa María, en la trasera
de la iglesia de Lumbier, elegida por el grupo local de olivareros para
celebrar el Día de la Tostada que ayer cumplió su tercera edición consecutiva
en la que se puso de relieve la gran aceptación popular de la fiesta señalada
en el calendario primaveral de la localidad.
Fueron
los madrugadores txistus del colectivo Bizarzuri (Aoiz y Ezcároz) junto al
joven grupo de Lumbier los encargados de anunciarla por las calles de la localidad
al son de la Alborada de Segura, para desembocar en la pequeña plaza a la que
este colectivo da protagonismo una vez al año, si el tiempo no lo impide, como
en la edición anterior que hubo que refugiarse de la lluvia en las arcadas del
ayuntamiento.
“Desde
el primer momento pensamos en esta plaza, infrautilizada y céntrica, para
montar la fiesta que preparamos sin grandes esfuerzos, y sin otra pretensión
que disfrutar y hacer disfrutar a la gente, explicaba Pedro Ustárroz, del grupo
organizador.
Contagian
ilusión y se esmeran cada año por dar un poco más. Así recaban colaboraciones
vecinales que hacen la fiesta más redonda. La de ayer contó con pregoneros que
dieron la bienvenida y aportaron también de su cosecha: Blanca Eslava, (poema
Del olivo al aceite, José Ramón Larrea El pan, y Antonio Echeverría, que recitó
a Gala, con su El aula del olivo.
Es tal
su dedicación, que el III Día de la Tostada llegó con exposición incluida: una
pequeña muestra etnográfica en el primer horno de pan de Casa Ustárroz, abierto
unas horas después de cien años.
En el
espacio rescatado para la ocasión, Pedro Ustárroz y Santi Eleta mostraban su
satisfacción mientras se repartían entre cientos de vecinos los 70 kilos de
pan, (de Lumbier, Artieda y Aibar), que dieron lugar a más de mil tostadas
bañadas en aceite de su propiedad y ajos del término de la Piedra (sobre la Foz
de Lumbier). “Procede de olivos tanto centenarios como de nueva plantación, de
la cosecha de este año que ha venido adelantada, y de mucha calidad”, comentaban.
Es el
trujal Mendía de Arróniz al que pertenecen, (son 30 los socios de Lumbier), el
que marca el momento óptimo de coger la oliva. “El precio es más caro, pero la
calidad es mayor”. Argumentaban en su favor, que Lumbier es zona límite de cultivo
hacia el norte, con oliva más afrutada y menos ácida. También la modernización
de la maquinaria que mejora la elaboración y permite entregar la oliva pura,
“con la hoja, tal y como la cogemos”, decían.
Movidos
por la afición y la tradición, expresan satisfacción porque se están
recuperando olivos abandonados que en el caso de Eleta, los ha hecho nuevamente
productivos. “Se han recuperado cerca del centenar, y se están plantando
incluso en terrenos comunales”, declaraban.
Seguía
la degustación amenizada por los gaiteros locales, a los que tomó el relevo la
txaranga en el último tramo de la mañana.
Cerca de
las tres de la tarde, la plaza de Santa María recuperaba su tranquila imagen
habitual. Los olivareros habían comenzado ilusionados con buen almuerzo y se
retiraron para comer, de nuevo juntos, en piña masculina de diferentes edades.
“Este año ha venido más gente”, reconocían. La fiesta se va consolidando, y eso
les basta. “Este año no hemos pedido prácticamente ni pan ni vino, y aún así,
nos ha llegado”, comentaban complacidos los olivareros de Lumbier: unos pocos
que proporcionan un buen día a muchos.
Fuente: Noticias de Navarra