El
espíritu colectivo de las ‘Huertas Amigas’ se extiende
La
Asociación de Mayores Lacarra impulsa un envejecimiento activo mientras
proyecta su solidaridad con LAS VERDURAS QUE RECOGE EN Lumbier
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Los voluntarios de la Asociación de Mayores Lacarra, en torno a la improvisada mesa de embasado de verduras en una huerta de Lumbier. (M. ZOZAYA ELDUAYEN) |
LUMBIER - El último
miércoles de cada mes, un grupo de voluntarios de la Asociación de Mayores
Lacarra se dirige a Lumbier para recolectar la verdura y hortalizas de una
huerta en la que trabajan, y cuya producción destinan al Banco de Alimentos de
Berriozar.
Así
lo vienen haciendo desde hace tres años, cuando emprendieron su proyecto
solidario de las Huertas Amigas, para apoyar la labor que otros
socios y socias desarrollaban en él, recogiendo y donando excedentes hortícolas
de hortelanos socios y amigos, para repartirlos entre las familias más
necesitadas. “Comenzamos recogiendo un poco de cada huerta, hasta que nos dimos
cuenta de que el proyecto necesitaba de una parcela que nos sirviera de base.
Pensamos en alquilar una, cuando Pedro Alzueta nos ofreció la suya de Lumbier,
y ya ves...”, relata Manolo Burguete. Lo que está a la vista es un cargamento
de verduras y hortalizas frescas y limpias compuesto de 250 kg de calabaza, 12
de acelgas, 4 barcas de borraja, 1 de zanahorias y otras de achicorias, junto a
lotes (calabazas, puerros y zanahorias) que distribuirán entre 200 familias
atendidas.
Este
trajín de “gente de fuera” que viene, trabaja, almuerza, carga y se va, no pasa
desapercibido por el término de Bayacua, buena tierra de cultivo cuya
producción sobrepasa habitualmente el consumo familiar. El espíritu solidario
de Lacarra se ha extendido y, más de quince hortelanos de la localidad
colaboran con la asociación aportando su excedente. Por el camino de la
solidaridad han logrado la implicación vecinal, que se suma a su perspectiva de
compartir y repartir.
Han
pasado dos años y la experiencia ha alcanzado dimensiones nada desdeñables: más
de 25 hortelanos colaboradores, una producción de 8.000 kg de patatas, entregas
mensuales de todo tipo de hortalizas, y la participación de setenta jubilados y
jubiladas implicadas de diferentes maneras en el proyecto. El balance no puede
ser más satisfactorio.
Y
es que a las verduras y hortalizas le agregaron el cultivo de la patata, porque
se marcaron el reto de cubrir este año la demanda anual del citado Banco de
Alimentos. Para ello, se desplazan a Muruzabal, donde otro voluntario les ha
cedido un campo en el que han sembrado 6.000 kg, de los que la mitad están
entregados, y el resto están en la bajera de Javier Laquidain, en Lumbier.
Entre
ambos proyectos, la asociación, que cuenta con casi 300 miembros, ha movido
este año a unas cincuenta personas, y se ha responsabilizado, en principio, de
suministrar las materias prima simientes, plantas, abonos, cuidando el medio
ambiente, herramientas, y transporte. ”En muchos casos, los hortelanos,
generosos, aportan no sólo su esfuerzo, sino que también asumen el coste de la
materia prima”, recalcan. Las fuentes principales de financiación son: una
subvención de 2.000 euros de la Fundación CAN, 1.200 euros de la empresa Zabala
Consulting-Innovation, y 300 euros del Banco de Alimentos de Berriozar. El
resto lo sufragan con aportaciones voluntarias de socios y socias, para que no
afecte al presupuesto del colectivo.
Y
como dicen que no hay dos sin tres, Lacarra ya ha dado su tercer paso: desde
hace un mes lleva además, sus verduras y hortalizas al Centro de Acogida de la
Mujer. De este modo, colabora con el programa DUO, Date una Oportunidad
(Ayuntamiento de Pamplona, gestionado por Kamira). “Cada quince días les
llevamos puerros, zanahorias, verduras variadas, patatas y echamos una mano a
unas 25 madres en acogida con hijos”, explica José Javier de la Era, Txatxo,
mientras se acerca a la improvisada mesa del envasado. Antes de formar la
cadena de carga al aire libre, cerca de donde se van a juntar los ríos Irati y
Salazar, la parrilla espera a las brasas del fuego para el relajado y
satisfactorio almuerzo: txistorra, pan y vino. En realidad, es lo de menos.
La
imagen es la de la actividad solidaria compartida por una sociedad más humana.
Un derroche de implicación y compromiso de gran valor. “Ser capaces de animar
todas estas energías, proyectarlas a un fin tan necesario supone el mejor logro
de esta iniciativa que, junto con otras muchas a nuestro alrededor, demuestran
la vitalidad de una sociedad alejada de esa terrible dinámica de corrupción”,
finaliza convencido Burguete.